Esteban er de la Lolichi, es un chavea que viene por allí por el barrio pa vendé los cupone de la Crú Roja. Tó los día se pasa la criatura y nos vende unos cupone a los contertulio der carrillo. Er jueve llegó pregonando: «¡Llevo los limone, los sivile, er canario! Cómprame un número Manolito» pero como resurta que nunca da ná, po me cabreé y le dije que le iba a comprá un mojón, que tenía mú mal bajío y que estaba negao.
Los demá sí le compraron: Er Flequi, Don Urelio, er der carrillo, la Maribé y su novio sevillano… En resumen, tor mundo meno yo. Y asín me fuí pa mi casa con la seguridá de habé hecho las cosa bien, sené, me masturbé y me acosté a dormí la mona. A la mañana siguiente, a eso de las do la tarde, escuché barullo en er barrio, me asomé a la ventana y vi ar Flequi abrasao al Esteban de la Lolichi y gritando: «¡Nos ha tocao, nos ha tocao! ¡sus muerto ar que no!» dijo el Esteban, en clara alusión ar que esto escribe…
Y yo con toa la cara partía no tuve más remedio que resisnarme y quearme en mi casa muerto envidia y deseando con toa mi arma que se lo gastaran en medesina. Mi madre entró en er cuarto preocupaílla: «A vé Manué, hijo. Abaja, le da un abraso y te sube otra vé pa la casa», «que va omá», le dije, «que pa una vé que no compro, omá, va y toca». «Po yastá, no la comprao, po te dan por culo. Pero abajá tiene que abajá. Verá como te convían», insistía la vieja.
Totá, que bajé. Conforme iba asercándome más quería morirme. Sentía las risa a mis esparda, incluso vi como er cabrón der sevillano se llevaba las mano a sus parte, jaleao por la guarra de la Maribé, mientra yo pasaba a su lao. A duras pena llegué ar mostradó y allí estaba er der carrillo, conviándolo a tó a una ronda: «Nono, enhoragüena» le dije abrasándolo, «Manolito, ¿una sevesita?» me ofresió er chavá, pero no me entraba y la rechasé, «no, picha, no, porme mejón un Nestí, y dirme qué te debo». «Ventiún euro, Manolito…» En ese momento monté en cólera: «¡¡¡¿Ventiún euro, hijo de puta?!!!, ¿tú me va a cobrá ventiún euro por un Nestí?, ¡¡po yo me cagón cuantos muerto tenga er cabr…!!!» Ahí me paró er muchacho y me dijo: «No Manolito no, ventiún euro er Nestí y esto» y me asercó por lo arto der mostradó un sobre.
A mí me se calleron dos lagrimone como dos brevas, estaba deseando abrí er sobre y encontrarme allí una tira entera con er 258. Yo sabía que mis amigo no me harían argo asín, dejarme tirao, sin mi premio. Abrí er sobre na ma salí a la puerta y lo que había dentro era la cuenta de tó la servesa que le dejo fiao durante la semana. Er cachondeíto cormigo se lo podéi imaginá. Asín que un consejo que os doy, es que no se creái ná de lo que veái en los anunsio de televisión, que en la vida reá no esiste el espíritu navideño ni ná de eso, en la vida reá lo que esiste es mucho cabrón.
0 Comentarios
¡No hay comentarios todavía!
¡Puedes ser el primero en comentar en este post!