Estoy como apagao

Er sábado pasao fue un mar día. Por la mañana temprano a eso de las dose, o dose y cuarto, (quer sábado me gusta a mi madrugá pa arovechá er día), me levanté con er cuerpo cortao. Me desayuné mi dos rebaná de pan tostao con Tulipán, mi sumo de sebada fresquito y me eché a la calle. No tuve otra ocurrensia que í a buscá ar ‘Fleki’ pa darno una güerta en er vespino como hasíamo cuando chavea los dó. Crusé a pié los tres portone que nos separan y pegué en er porterillo. La vó de su mujé sonó al otro lao del auriculá: – ¿Quién é? -Isabé, soy er Manolo ¿está er Sebastián dispierto? – ¡Nostá! Y no quiero que venga má a buscarlo- Me contestó er bicho de la Isabé, con er tono de vó rebosante de simpatía y amabilidá que carasterisa a la hija de la gran puta.

Me marché cabisbajo y apenao, regresé tras mis paso y me agaché a quitarle er pitón al amotillo. Pedaleé hasta arrancarlo, compré unas latilla y un fosquito en er carrillo y me fuí. Dejé que er poniente secara mis lagrima y la babilla espumosa que me chorreaba por la comisura de la boca. Condusí sin rumbo fijo, abajé la cuesta der barrio hasta la carretera nueva, seguí resto y ar llegá a la artura de la curva der platanito no pude dejá de pensá en er ‘Fleki’, en nuestra adolesensia sacándono er graduaoscolá y me se vino el recuerdo de aquer día fatídico de 1986 a la cabesa: -Manué Ballestero Palau- Dijo Don Antonio  pasando lista -Presente!! -Contesté -Sebastián Benite Arrebola- Naide contestó -¡Sebastián Benite Arrebola! Gritó er maestro, pero er ‘Fleki’ estaba enbobao mirando a la Isabé, que se sentaba tres pupitre mas patrá.

Sumido en mis recuerdo a la artura der Resinto no me percaté de una sanja que había en la calle y me pegué un carajaso der quinse. Caí dentro, de boca y sentí un corrientaso que me hiso temblá tor cuerpo. Había caío en lo arto un cable que crusaba la sanja bajo tierra y que alimentaba de eletrisidá la sona. Enrrollao con él me daba calambraso, me se chamuscaba las mano intentando liberarme de é, hasta que lo arranqué, lo rompí por la mitá y lo usé de cuerda pa trepá a la superfisie.

Con toa la cara partía, las rodilla echá abajo, las mano ensangrentá y pegando temblore por las corriente salí de allí, me subí al amoto y vorví ar barrio. Había silensio en la calle, era poco más de las cuatro la tarde y er mundo parese que se paraba. Subí a mi casa y allí estaba mi mare sentá en er butacón. Me se queó mirando por como venía tó estrosao…pero sólo asertó a desirme: «Otra vé sa io la lú. Que poca vergüensa tiene er cabrón der dirertó de Endesa, coño».

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Manolito

Soy una persona humana como otra cualquiera, con sus virtudes y sus defectos. Estudié poco, trabajé menos y tras un percance que no viene al caso me concedieron la invalidez absoluta. Desde entonces dedico mi vida a dar clases de filosofía en el kiosko del barrio. Sin mas preámbulos

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