Asesto la conviá

¿Tú te quiere cree qué siento sierta esitasión con la mierda ésta? Desde que me llamaron er Paco y er Tagarnina pa colaborá siento una presión en er pecho que no é usuá en mi organimmo. Es como cuando te pone un jersei chico, que siente tú esa estreché u opresión sofocante o angustiosa que te hase gritá a lo Mer Gibson en ‘Brei Jea’ cuando te desprende de é. Solo en ese istante tan plasentero en er que le hago er boca a boca ar sumo de sebada, me siento yo como más desinhibio.

La verdá que ar prinsipio me asustaron. Me dijeron: «Ira Manué, queremo que haga una columna toa la semana…» y claro, al istante me eché patrá, ajín, con lo ojo entrecerrao e inyestao en sangre, con la violensia dibujá en el rostro entre costernado y aturdido, viéndome levantá pilare de hormigón por la puta cara. A Dio grasia que se percataron de mi confusión y me aclararon que era de escribí pa la ué der GüikiSeuta este, que la colunna era de opinión y me queé más tranquilito y relajao. Y es que uno no sa currao una baja por invalidé pa na, que me costó mucho sacrifisio y fatiga, que a punto estuve de quearme cojo de verdá. Pero er caso e que me convensieron los cabrone y asqui está er tío, Manué Ballestero Palau, aunque tor mundo me conose como ‘Manolito el Lander Bräu’, un muchacho de barrio, mejor dicho, der barrio, que ésta e la capitá ¡cuidao!, que pa mí salí der cruse er Morro payá e hasé turimmo y me se pone la cara mustia.

Siertamente uno se siente un privilegiao de podé escribí en un sitio serio como éste, pero e normá viendo la tresendensia mediática asquirida en los úrtimos mese por er que esto escribe, mi estilo, mi calidá literaria ispirada en mi filosofía carrillera y mi sapiensia de plasoleta… Que uno se sacó er graduaó en la curva er platanito, que tiene estudio, que es conosío allende su frontera barriera, que hasta una ve lo saludó el señó arcarde y eso no lo pué desí cuarquiera. Asi que ná, que aquí está er tío, enga, asesto la conviá.

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Manolito

Soy una persona humana como otra cualquiera, con sus virtudes y sus defectos. Estudié poco, trabajé menos y tras un percance que no viene al caso me concedieron la invalidez absoluta. Desde entonces dedico mi vida a dar clases de filosofía en el kiosko del barrio. Sin mas preámbulos

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